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Barco pirata

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               Recuerdo el barco pirata de plástico, verde agua, desarbolado, tirado en la parte más húmeda y oscura del sótano, inmerso en ese penetrante olor a moho.        Lo encontré allí una tarde en que me deslicé hacia el sótano al   volver de la escuela, con el guardapolvo aún puesto, en mi apuro por reencontrarme con la chica desnuda que moraba allí desde quién sabe cuándo.    Ya no cumplía su misión en la vidriera, exhibiendo los vestidos que mami diseñaba, y los sacos de “nutria diamante” que papi ofrecía a coquetas clientas.             Nunca pensé por qué la habían descendido de la vidriera al sótano, nunca advertí que el muñón de su mano faltante, o la punta de su nariz descascarada pudieran ser el motivo de su decadencia.             Lo que sí advertía era su tersura...

¿El fin del grotesco ficcional?

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                                                    "¿El fin del grotesco ficcional?"  Con este nombre circuló profusamente este opúsculo en ambitos académicos y en publicaciones diversas.  Generó inicialmente una adhesión y entusiasmo que se enfrió luego de que diversos estudiosos lo defenestraran por falta de seriedad y rigurosidad,  abundancia de datos falsos o tergiversados, y citas inventadas.  No obstante el lector ilustrado podrá detectar certezas y falsedades, en un ejercicio de mero entretenimiento.  He aquí el texto:                 " A lo largo de los siglos la tradicional clasificación de la literatura en géneros se ha mantenido más o menos vigente hasta el presente:    épica o narrativa, lírica o poesía y teatro o dramática, a los cu...

Sueño con camioncito

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    Abro los ojos, y   la ventana entreabierta me muestra   el camioncito de chapa alejándose veloz,   hacia el cordón, allá lejos.           Me acompaña desde hace muchísimo, pero hoy se está yendo.   Es verde, y es rojo, y es de chapa, y siempre carga mi mano sobre su caja, y me lleva a pasear por la vereda.           Ahora veo que escapa hacia la calle.   La tapa de la caja es verde con cuatro letras pintadas en blanco; la primera es la F, la de mi nombre, las otras no sè. Al alejarse hacia la vereda de enfrente el camioncito se hace más chico, más chico y allá cerca del   cordón pega un tumbo, chirrea, parece que va a volcar pero no, se endereza y sigue, sigue, sigue, pasa entre las patas del caballo del lechero, hace frenar la bicicleta de Don Rogelio, sigue, sigue, se moja en el charquito largo y finito del cordón de la vereda de enfrente y para...

Gente de mierda

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  En esa esquina del centro neuquino la mañana de mayo luce inhóspita y punzante de tanto gris, de tanto frío.   Mi presencia en el exacto medio de la cola del cajero crea dos tipos de individuos bien diferenciados:   Quienes están adelante mío, consumidores molestos de mi tiempo, y los que van sumándose atrás, presencia borrosa, apenas adivinada, destinatarios de mi indiferencia. El tedio de la espera de pronto se interrumpe:   Allá viene Carina.   Todavía está un poco lejos, pero es ella.   La identifica su andar desmañado, la mirada vagando de lado a lado indolente, su bolso tejido golpeteando contra su jogging de color incierto, el rollo de bolsitas en su mano izquierda. ¿Cuántos años hace que me enfrento con ella?   Ahora me preparo para recibirla, para decirle que no le compraré tampoco esta vez, y para volver a presenciar ciertas escenas.   ¿O veré algo nuevo? Ajenas al gris, al frío, a Carina y a mi, dos señoras conversan mientras es...

Aquí abajo, abajo

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  Yo jamás   lo hubiera imaginado, jamás, jamás.   Porque una puede suponer peripecias del tiempo y el espacio cercano:   Se sabe que cuando quedás en manos de ellos te van a agarrar, te van a peinar, te van a sacar la ropita, te la van a poner, en fin, una sabe que está para eso.   Te sientan, te paran, perdés el equilibrio y te caés.   Bueno, eso no es nada, una también sabe que se tiene que bancar cada compañía, la negrita esa, motita, rechonchita, yo no tenía nada contra ella, pero que me la pusiera al lado y se quedara así, su brazo contra el mío vaya a saber cuánto tiempo, para mi era demasiado, y eso que a mi no me gusta discriminar. Pensar que ella siempre fue muy modosita, muy prolijita, me acuerdo cuando su mamá me puso en sus manos, cómo me trataba, mucho upa, mucho cantarme canciones de cuna, peinarme, ponerme moñitos en el pelo, por eso es que yo jamás me hubiera imaginado ésto. Pero ya el otro día la noté rara, la forma en que llegó, cóm...

Aguafuertes de allá lejos, hace tiempo...

 

Vetas literarias

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     “Esta semana, sin falta escribir algo sobre consigna 7, la de las irrupciones de la primera persona, intertextualidades y todo eso… / Anotar al toque lo que se me ocurra mientras tanto”:   Alguna de las anotaciones de tío Jose en su cuaderno, entreverada junto a listas de pelis y series de Netflix (en esa época estaba muy en boga esta plataforma), consignas de trabajo de algún curso de fotografía en que se embarcaba, la receta del Bailey casero, las indicaciones para fabricar jabón blanco –esto como parte de las manías que atacaron a muchas personas durante el confinamiento a que los obligó la pandemia de esos años-.   Hojas y hojas de cuaderno espiralado con acumulación de datos, tareas, recordatorios, y cada tanto, la aparición de algunos pocos renglones relacionados con sus “pretensiones literarias”,   como alguna vez lo escuché decir, al referirse a su interés por la escritura.   Todo demasiado caótico, inconexo y superficial.   ...