Vetas literarias
“Esta semana,
sin falta escribir algo sobre consigna 7, la de las irrupciones de la primera
persona, intertextualidades y todo eso… / Anotar al toque lo que se me ocurra
mientras tanto”: Alguna de las
anotaciones de tío Jose en su cuaderno, entreverada junto a listas de pelis y
series de Netflix (en esa época estaba muy en boga esta plataforma), consignas
de trabajo de algún curso de fotografía en que se embarcaba, la receta del
Bailey casero, las indicaciones para fabricar jabón blanco –esto como parte de
las manías que atacaron a muchas personas durante el confinamiento a que los
obligó la pandemia de esos años-. Hojas
y hojas de cuaderno espiralado con acumulación de datos, tareas, recordatorios,
y cada tanto, la aparición de algunos pocos renglones relacionados con sus
“pretensiones literarias”, como alguna
vez lo escuché decir, al referirse a su interés por la escritura. Todo demasiado caótico, inconexo y
superficial.
Lucía
está inmersa en esas tareas que sobrevienen después de la partida de algún ser
querido cercano, que consisten en hurgar todas las pertenencias del finado, con
un olisqueo irreverente y casi malsano, reconociendo lo conocido, asombrándose
por lo inédito, pretendiendo clasificaciones inciertas –lo que sirve/lo que
tiro; lo que guardo/lo que regalo; lo que no sé dónde clasificar. Y así van apareciendo prendas olvidadas –pero
no apolilladas, curiosamente-, carpetas, sobres, hojas sueltas, fotos –antes
las fotos se imprimían-, agendas, libros, revistas, monedas y billetes de otros
países.
Creo que ella se
decidió a llamarme cuando la pila de “lo que no sé cómo clasificar” se le
volvió inmanejable. Para justificar este
llamado, luego de años sin vernos me dice recuerdo que a vos te interesaba la
literatura, y una vez me mostraste
alguno de tus escritos, bueno, el viejo parece que andaba en lo mismo, acá hay
cosas que te podrían interesar, leer, qué se yo, no me animo a tirar tanto
papel en el fogón. ¿Cómo sé qué es lo
que puede tener algún valor y qué es lo que no?
Ay, Lucía,
pienso, cómo se nota que la vida nos separó después de aquello y que durante décadas no
hubo ni cercanía física ni virtual que nos vinculara. Tu formación pacata y conservadora no te
permitió darle alas a ese amor incipiente que creíste sentir por tu primo, y
que dolorosamente reprimiste, negaste. Ahora
los despojos de tío Jose nos vuelven a reunir.
Desde hace un
rato me mostrás las fotos guardadas en la caja de Kickers. Los Kickers, me decís, ¿te acordás?, no te
acordás, y te reís a carcajadas… Cuarenta años se me desploman encima como un
palacio de naipes, y de entre los escombros del tiempo me vuelve tu risa, la de
aquellos años, la de ese día, cuando nos cruzamos en la vereda de la
Municipalidad, con esas baldosas tan lisas, más lisas aún en días de lluvia,
resbalosas. Yo estrenaba los Kickers,
que tenían esa suela, esa suela tan lisita, tan hija de puta que cuando
caminabas en un día de lluvia frente a la municipalidad no podías avanzar, los
pasos se sucedían unos tras otros sobre las mismas exasperantes baldosas, y vos
reías, y reías, mientras yo enrojecía de vergüenza, caminando clavado en el
mismo lugar, frente a vos.
La
tarea consiste en mirar fotos del tío Jose, del viejo, decís, y no me queda
claro con cual de las dos acepciones lo decís.
El viejo, como sinónimo de papá, papi, viejito, pá, o viejo, como ése
viejo, viejo de mierda… Para mí es tío
Jose, -Jose, no José- digo, y sonreís fugazmente: Me acuerdo –decís- que se ponía verde cuando
la “vecina mala onda”, como él la llamaba lo saludaba diciéndole ¡Cómo le va,
don José!
Y van pasando
las fotos de tu mano a mi mano, con esos colores de los tiempos pasados y
pisados, con la misma falta de nitidez con que ahora intentamos revivir lo que
esas fotos evocan.
Dónde habrá
quedado aquella foto que nos sacó el flaco Pasculi con la Kodak Fiesta, en el
asalto en casa de Francino, ¿te acordás?
Sí, cómo no, esa que te mandé con un corazoncito rojo hecho con marcador
en el reverso, vos y yo bailando apretaditos, seguro era una de Sandro,
probablemente Trigal, o Penumbras, no sé.
Qué helada tu
mirada cuando levantás los ojos de las fotos y me decís Bueno, Rolo, fijate,
creo que hay algunas donde estás vos con el viejo y con mami, capaz que te las
querés llevar, ¿no? Por eso te llamé, para que veas lo que te interese y te lo
lleves. Los escritos, ¿te fijaste en los
escritos? Están allí, hay varias carpetas. Si, esa marrón con elásticos en las
esquinas, hay unos folios bastante trajinados, después están los cuadernos. Digo, porque yo sé que el viejo se inspiraba
bastante en temas familiares, o de su infancia, sus mambos con los abuelos, sus
recuerdos de la niñez con sus hermanos, con tu mamá, también de cuando
laburaban con mami allá en… No, qué se yo como se llamaba el lugar, en la loma
del traste, si todavía sigue quedando lejos, te imaginás en aquellos años. El año pasado me contaba que una de sus
alumnas había sido bisabuela, asi que imagínate el tiempo que hace de eso.
Tengo que
reconocerlo, es hábil. De un plumazo me sacó de los recuerdos de aquella
relación febril, que fue más una promesa que algo consumado. ¿Cuánto habrá
durado? Puede un par de semanas dejar
una huella tan profunda? Y también me
saca de mi torpe intento de aunque sea evocar aquello juntos. Acá están las carpetas, los sobres
amarillentos, las hojas sueltas…Me rindo y me sumerjo en el hojeo de estas
páginas polvorosas, textos impresos, hojitas de cuaderno sueltas con
anotaciones.
“Me cuenta Santi
que Luciano el año que viene pasa a sexto y todavía cree en Papá Noel y los
reyes magos, y que las compañeras se regodean de gozo al decirle que eso es mentira,
imaginando darle un hachazo que trunque su ilusión. Puede venir bien para la consigna sobre
escritura utilizando diálogo.” Da la
impresión que cambió de idea, porque no encuentro texto alguno con ese
tema. Podría haber escrito algo
interesante. Eso de “un hachazo que trunca su ilusión” suena prometedor.
Ahora Luciano es
un grandulón de cuarenta y tantos, tilingo y engreído. Lo veo poco, pero no puedo evitar enredarme
en discusiones políticas con él, y después me regaño a mí mismo: ¡Para qué, no
tiene sentido! No sabía esto de papá
Noel y los reyes magos. Me imagino la cara que pondrá cuando se lo recuerde.
Empeñada en que
no vuelva a intentar evocar nuestra relación fugaz naufragada hace tanto,
seguís tirando temas: Mirá, con este
escrito, que le publicaron en el diario, se ganó el rencor eterno de tío Berto. Tío Berto, el que trabajó en esa revistita
que sacaba la Nueva Provincia los domingos. Bueno, Berto años después fue un
usuario intenso de Facebook, y tenía una serie que titulaba “Mi faceta cholula”,
evocando los reportajes que le había hecho a figuras destacadas que visitaban
Bahía Blanca en esos años, y las acompañaba con fotos donde se lo veía joven,
pulcro, trajeado, cuaderno en mano entrevistando a Elsa Daniel, Pinky, Borges, Virginia
Lago, Palito Ortega, en fin. Seguís hablando,
contando sobre no sé qué enojo de tío Berto con tío Jose por no sé qué cuento
que publicó en el diario inspirado en –y criticando- la supuesta faceta cholula, y peor aún,
insinuando que las fotos eran trucadas, porque jamás había entrevistado a esos
personajes, y seguramente me das detalles y más detalles, mientras me sumerjo
en el túnel del tiempo de tus ojos, aterrizando en aquellos asaltos donde
ardíamos bailando los lentos que hacía sonar el combinado. Parece que el cuento debe hacer estado bueno,
porque se lo publicaron, y no va que tío Berto lo lee, y ahí se pudrió todo, y
repetís se pudrió todo, pero un poquito más fuerte, con lo que vuelvo desde el
living a media luz de aquel asalto, al living de tu casa ahora, y te me quedás
mirando con esa expresión de institutriz que te fueron dando los años y el
desencanto.
Me sigue mirando
–pensás- me sigue mirando mientras abro Facebook, cuánto hace que no abría esta
red social ya olvidada, pero que sigue ahí, y junto a la lupita tecleo Jose
Fanego, y me digo tranqui, no necesito la clave, que ignoro, el viejo hacía sus
publicaciones en modo público, así que puedo acceder a todo lo que el viejo
ponía allí, y mostrárselo. Seguro le va a interesar, y así trato de que deje de mirarme, y mire la
pantalla de la computadora. Mirá –decís-, mirá lo que el viejo publicaba en
Facebook.
Si, si, miro –te digo-, y
miro. Una curiosidad malsana me incita a ir sumergiéndome en las
publicaciones, enlaces, fotos, comentarios.
Allí están las publicaciones de Berto Marzola, tío Berto para Lucía, y
las abundantes “facetas cholulas” publicadas me hacen coincidir con tío Jose:
Evidentemente lo cholulo era la única faceta destacada de Berto. Sigo navegando, husmeando las publicaciones
del tío, y hay varias narraciones que bajo la apariencia de la ficción evocan
probablemente anécdotas familiares. Cuando
me doy cuenta que ya van tres veces que mirás el reloj, advierto que es hora de
irme.
.-.-.-.-.
Date: April 21/2023
From: luciafanego2015@yahoo.com
To: rolojenoveseconjota@gmail.com
Subject: Responder tu mail anterior
Content:
Hola,
primo! Tengo un rato de tiempo previo a
entrar al taller, así que aprovecho a contestar tu mail antes que siga pasando el tiempo. ¡Mail! ¡Correo
electrónico! Mirá que sos anticuado,
eh… Habiendo tantos recursos digitales
hoy en día, casi presenciales podríamos decir, vos te comunicás por mail. En fin…
Y para seguirte la corriente, te contesto de la misma forma.
Recibí tu
crónica, donde reflejás –a tu modo- nuestro encuentro de la vez pasada, cuando
viajaste hasta acá después de la muerte del viejo. Ah, y ya que digo viejo, te
aclaro: Uso la expresión “viejo” con todo el cariño del mundo. Llamo crónica a tu escrito, pero más bien
sería un relato, con importantes elementos ficcionales incluso. Supongo que tus “pretensiones literarias”,
para usar la expresión del viejo, te llevaron a ficcionar algunos aspectos de
ese encuentro tan intenso que tuvimos.
Hablás de que tuvimos un “amor incipiente”; nada que ver, habrá sido tu
sentimiento en todo caso, para mi fue solo una calentura del momento,
estimulada por ese par de tremendos lentos que bailamos una vez. Sandro decís…
yo creo que era Vicario. Vicario! Sandro! Cómo hacíamos en esos años para
bailar esos lentos incendiarios y no
terminar en la cama?
Bueno, te voy
dejando. Gracias por los relatos que me mandaste, me gustan. Parece que nuestro encuentro de la otra vez,
donde entraste en contacto con las producciones del viejo, tan sorprendentes
para los dos, estimularon tu veta literaria.
Te cuento que a mi me pasó lo mismo.
Me anoté en un taller de escritura creativa, llamado “Albahaca y
Cedrón”, que conduce una profe bastante copada, aunque aún no he escrito nada,
por ahora me limito a conocer y disfrutar las producciones de mis compañeras. ¡Impresionante!
Me pregunto si yo podré escribir con una calidad semejante en algún
momento. Para que veas que no exagero te
comparto como adjunto los textos de dos compañeras, aunque todas son
excelentes. (Que ni se enteren las demás, que se van a enojar, ja ja!)
Abrazo grande de
tu prima que te quiere, Lucía.
Attachment:
1-
La tía Marga.docx
2-
El mismo amor la misma lluvia.docx
.-.-.-.
Muy buen texto, no solo por las evocaciones, el muy buen uso del lenguaje, sino también por el excelente manejo de la temporalidad. Un placer escucharlo y leerlo.
ResponderEliminarGracias, Graciela.
EliminarExcelente texto Daniel. Una mirada fotográfica para contar los detalles. Un viaje en el tiempo y un construcción narrativa por dónde circulan distintos géneros y subgéneros.
ResponderEliminarGracias, Haydée.
EliminarMuy buen texto que nos sumerge en la historia con un lenguaje atrapante. Imágenes cotidianas y sentires compartidos. Muy buen manejo de los tiempos! Felicitaciones amigo!!
ResponderEliminarGracias, Tere!
EliminarMuy bueno !! No puedo hacer un análisis con respecto a la cuestión técnica pero sí me llegó el sentido que creo quisiste expresar... Sobre todo porque me hizo recordar a algún/os encuentro/s con viejos amigos de la adolescencia donde siempre quedó flotando esa incógnita de si lo que yo recordaba haber vivido era o mismo que él/ellos recordaban : Dudas que jamás me atreví a expresar ante el temor de pasar un gran papelón...Me gustó mucho este relato, y el final es para el protagonista un feucho choque con la realidad.. Moraleja mejor quedarnos con la fantasía del recuerdo
ResponderEliminarMuy buenos el relatos.Se asemejan a una realidad que fue.....? O es ficcion...? Lo que sea , muy bueno!!!!
ResponderEliminarUna mezcla de realidades y ficciones... Gracias!
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