Un lomo azul con garabatos dorados

 

 

            



            

           Distraída, mi vista flotó sobre la anarquía de la biblioteca, y el lomo azul con garabatos dorados llamó mi atención.

            Cuando los ojos enfocaron, el entendimiento otorgó sentido: Los garabatos son dibujos con reminiscencias indígenas, y también las letras:  La Biblia, y más abajo: Edición Pastoral.  La memoria visual, el recuerdo, siguen completando:  Es la Biblia Latinoamericana, edición de bolsillo, hace años que acumula polvo y olvido en ese estante casi inaccesible.

        ¿Cuántos años hace que no la abro?

        La memoria de los dedos y de los ojos saca a flote un recuerdo añejo:

    En el pequeño ambiente, austero más por carencia que por elección, transcurrió la cena.  Silvia trajo en la cazuela de barro el guiso de arroz con trozos de espinazo de chivo, sabroso en su sencillez.  En el recuerdo no se ve el vino, pero resulta improbable que no lo hubiera, quizás el visitante lo haya traído, como pasaporte para una aparición inesperada e incómoda.

    Son tiempos de silencio, de palabra medida y calculada. Un visitante de uniforme enciende todas las alarmas y entorna las puertas de la hospitalidad, aunque rechazarlo hubiera sido una condena.  El hombre, a contrapelo de su uniforme y de su función declarada (oficial de inteligencia de Gendarmería Nacional dice) desplegó amabilidad, cortesía, educación, empatía incluso.  La cena transcurrió amable, no distendida pero tampoco tensa, y la charla fue espasmódica, sospechosamente cordial de parte de él, alerta y desconfiada de parte nuestra.

    Cuando sus ojos se apartaron de los míos, y se detuvieron levemente al costado y atrás, un cosquilleo gélido me hizo notar tardíamente que a nuestras espaldas -y a su frente- tuvimos durante toda la cena esa estantería sin puertas, con papeles, carpetas, biblioratos... y libros.  ¡Libros!

    Y ya todo fue un desbarranque ominoso de sudor frío cuando pidió ver ese volumen de lomo azul con caracteres dorados y le fue dado, y lo tomó y lo miró, leyó Biblia Latinoamericana y su pulgar izquierdo ventiló hojas y hojas, hojas de papel delgado con texto, y hojas de papel ilustración con fotos, diagramas...  y "esa" foto.  Justo en esa foto quiso detenerse su dedo izuierdo, donde el hombre joven de barba exhibe triunfante en su brazo derecho extendido un fusil.

    Y el recuerdo  llega hasta ahí, hasta la imagen de la cara con uniforme, parcialmente oculta por la tapa y contratapa del libro azul abierto, pero los ojos se ven, los vemos, nos interpelan esos ojos que vemos lentamente entrecerrarse, no sabemos si en una sonrisa perdonadora o en una mueca de furia.

    En su modo cordial y ladino algo nos dijo, algo preguntó. Puede haber dicho con fingida inocencia Parece un guerrillero, ¿no?, o quizás yendo más a fondo aún haya susurrado como para sí Algunos opinan que esta Biblia es subversiva.

    Y nuestras bocas algo habrán respondido, alguna frase torpe, un balbuceo culposo, o quizás sólo un silencio digno y un brusco cambio de tema.

    Ahora me pregunto ¿Cuándo terminó esta historia? ¿Cuando el oficial saludó -nuevamente cordial- y se fue, hundiéndose en la noche del paraje cordillerano?  ¿Terminó al día siguiente, cuando las rutinas diarias se reprodujeron una vez más, sin sobresaltos? ¿O cuando el camión verde claro de gendarmería, que se acercaba amenazante por el camino una tarde cualquiera siguió de largo hacia otro destino?

 

Comentarios

  1. Releo tu relato y vuelvo a sentir, como la primera vez que te lo escuché narrar, la misma sensación. Esa mezcla de miedos típicos de una época negra en nuestro país. El miedo a tener el libro equivocado en la biblioteca y que esa posesión nos hiciera "caer en desgracia"
    Ojalá no vuelvan nunca esos sucesos. Ojalá no debamos pedir permiso de lectura.
    ¡Que la memoria sirva!

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  2. Impresionante .
    Al ir recorriendo los renglones, se revive el escalofrío que acompaña a la parálisis de esos segundos o minutos eternos ; el "empaste" de la lengua ; la sequedad en la garganta ,y ese tenue, trémulo temblor de las manos que deben seguir como si no estuviera pasando nada. Nada salvo el aire espeso y el silencio demoledor entre las palabras que intentan continuar la conversación .
    Impresionante : La " suerte" esa vez, le ganó la partida a " la mala suerte" para darse la revancha de tantas "manos" perdidas en aquellos tiempos, y hoy poder compartir el testimonio.Gracias Daniel.

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    1. Gracias por tan generoso comentario. Lástima que no sé quien sos, "unknown"...

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  3. Muy buen texto. Escritura con suspenso, morosidad, humanidad y frescura.

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  4. Leo tu texto y el horror me devuelve a esa terrible época, cuando un pensamiento, un libro, o simplemente una barba podía transformar nuestro destino. Me pregunto que tan lejos estamos de eso. Me consuelo con tu excelente prosa tan llena de suspenso, tan cotidiana, tan veraz y fresca a la vez.
    Gracias Daniel por siempre estar.

    Julio Flores

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  5. Pichi. Segurio es el Draculin. Tiempo duros . PERO JUSTO AHÍ NOS HICIMOS MEJORES AMIGOS

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    1. Qué tiempos aquellos, no?

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    2. Gracias, Mónica! Es cierto, allí se forjó nuestra amistad, que perdura casi medio siglo después.

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  6. Muy bueno tu texto Dani. Me transportó a ese tiempo de miedos nuevos que marcaron nuestras vidas para siempre.

    Renée

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  7. Quizás esa historia continúa. ...hoy más que nunca

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  8. Excelente texto que hay que leer y releer en éstos tiempos de desmemoria y oscuridad que estamos atravesando, donde pareciera que esas sombras que creíamos disipadas para siempre se vuelven a agigantar ante un pueblo aletargado y casi sin reacción...

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