"No sabe de qué color ser"

 

 

 


 

  No sabe de qué color ser, está viva, la laguna es un animal[1]

 Hundida al fondo de promontorios y peñascos, olvidada de huellas y senderos, ella es.

 Se supone que colosos de hielo contemporáneos de lejanos milenios ahondaron el suelo justo aquí, milímetro a milímetro, siglo tras siglo para concavar el espacio que hoy le permite ser.

 Los que llegaron último la nombraron “la verde” por la obviedad de su apariencia un día equis.

 Seres anteriores le habrán asignado alguna palabra justa, capaz de distinguirla entre otras.

 Si ahora es “la verde” por el capricho nombrador de algunos, ¿qué habrá sido antes?  ¿Palabras extrañas de lenguas desaparecidas la habrán nombrado por su reflejo plomizo en días de borrasca, o por su reverbero de nieve, ateridos de invierno?

 Quizás no la apariencia, sino la esencia de su carácter acuático definió su nombre.  ¿Con qué palabras otros seres que ya fueron habrán destacado su ser apacible y sereno, amable para la sed?  O contrariamente ¿qué conjunción de ignotas vocales y consonantes habrá apreciado su humor tempestuoso de torrentes sofrenados en el cauce pétreo?

 Bandadas de aves  -¿igual que ahora?-  la habrán sobrevolado y ante la vista de su cara espejada habrán saldado golosas su sed de kilómetros.  ¿Habrá habido, hay, un cierto graznido, un cierto piar, un aleteo especial del líder, para indicar bajemos aquí, aquí; allá abajo, tendida en la montaña nos saciará?

 Sentado frente a ella su borde fresco lambetea mis pies.   Miro su cara celeste vuelta al cielo y veo cómo decenas de círculos concéntricos huyen de la piedra que he tirado.

 No hay dudas, “la verde” está viva, pero creo que no sabe cuál es su color.  



[1] De Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara. 

Comentarios

  1. La foto: Laguna en el cráter del volcán Batea Mahuida, Pcia. del Neuquén

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